martes, 15 de abril de 2014

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Sonríes.

Y crees que todo va bien, pero no es así.

Estás rota. Hecha añicos. Te deshaces con cada paso, y has de recogerte para dar el siguiente. Pero, al fin y al cabo, lo haces.

Tropiezas, y te llenas las rodillas de heridas, e, incluso, a veces, haces que también se hieran aquellas personas que están caminando junto a ti, dándote su fuerza y su paciencia. Haces que sangren, que las lágrimas les manchen las mejillas.

Pero ellos no se rinden, bueno, él no se rinde, y sigue a tu lado. Es capaz de levantarse, y tenderte la mano para que tú hagas lo propio, y des un pasito más. Te cura con besos, mimos, con risas y con cosquillitas en la espalda.

Hace que quieras dejar de recogerte, para transformarte, y encontrar tus verdaderos ropajes, no los que siempre otros te "aconsejaron" que debías llevar porque te sentaban mejor a su juicio.

Él te mira como creces, como avanzas, como vas probando diferentes vestidos, hasta dar con el perfecto, el que te sienta bien, y te hace sentir bien. 


Y, pese a haber sido demasiados los errores de vestuario anteriores, está ahí, a tu lado, mirándote con esa sonrisa tan cálida que hace que no tengas frío mientras te pruebas uno y otro. Esa sonrisa tan contagiosa que hace que tú sonrías, de verdad, y que todos tus pedazos, no se peguen, se fundan, para conformar quien serás el día de mañana, creando algo nuevo, bonito, y fuerte dentro de ti, 


Y te coge la mano, apretándola fuerte, y te enseña que llorar es necesario, pero que también lo es la serenidad. Que no todo es tormenta, y que por mucho que les grites a las nubes, éstas no se irán, sino que hay que aprender a bailar bajo la lluvia, empaparte, y dejar que pase sóla. 



Él, hace que lo mires mientras camines, y te parezca imposible que esté a tu lado. Que te quedes tan embobada, perdida en sus ojos, que no quieras posar la vista en nada más nunca. Sólo en sus ojos. En sus manos abrazando las tuyas, y sus labios susurrándote. 



Poco a poco, y no sin dificultades, te das cuenta de quién eres, de quién puedes ser, y de lo que quieres. 

Él, que tanto ha esperado, te mira, y en sus ojos brilla el orgullo, pues sabe que si lo has conseguido, es por ti misma, y que por fin, puede verte tal y cómo eres. No le empaña la vista la lluvia, ni los truenos le impiden oir los latidos de tu corazón. Ahora sólo estáis vosotros, y la luz que ambos emanáis, que se complementa, y forma algo bueno, y bonito, y fuerte. Y vuestro. Sólo vuestro. 


De repente, dejas de soñar con ser una Audrey, pues se hace realidad. 


Quedan ya lejos los baches del camino, (aunque no las cicatrices) , y te sorprendes al comprobar que mereció la pena el tiempo que llevó recorrer ese camino, y hacerlo como algo tuyo.




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Para Mi Fortachón.



 https://www.youtube.com/watch?v=EUO34CiTA4o




 































 

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