Los nudillos comenzaron a plagarse
de heridas por el incesante golpeo a la puerta que no recibía
respuesta. Su impaciencia iba en aumento.
De repente, y sin previo aviso, el
cerrojo comenzó a ceder a causa de la fuerza aplicada sobre él
tanto tiempo, hasta que, por fin, aquel dichoso trozo de madera se
abrió de par en par, dejándole ver una habitación aún más
destartalada de lo que recordaba.
Viejos escritos y cartas cubrían el
suelo con una caligrafía impresa tan irregular como la persona que
los había escrito… Al fijarse en los folios más detenidamente
pudo ver unas gotas rojas intensas, no quería pensar en esa
posibilidad.
Intentó dar un paso, bajo su pie
crujieron quejándose algunos trozos de cristal, seguramente
pertenecían al espejo que antes había estado colgado en la pared;
Dirigió su mirada a esta, lo encontró destrozado. Ahora no se
adueñaba de él la impaciencia, si no la desesperación porque sabía
que iba a encontrar si decidía seguir adelante y atravesar la
habitación.
Con una convicción no demasiado
firme, comenzó a avanzar lentamente. El intenso olor de unas rosas
casi marchitas llegó hasta él como un presagio, una advertencia, un
no sequé.
La puerta del baño estaba
entreabierta, dejando salir algunos haces de una electrizante luz. El
miedo atenazaba su corazón, mas que sabía que debía seguir, que
debía darse prisa.
Abrió de un empujón la puerta. La
luz se apagó, dando protagonismo a las llamas de unas velas en las
que no había reparado siquiera.
Ella estaba en un rincón, sentada,
con las piernas encogidas. A su lado, en la pared, unas horribles
manchas de sangre teñían el enchufe donde antes había estado
conectada la lámpara, siendo estas arrastradas hasta casi tocar el
suelo, como si la mano de aquel que hubiera desenchufado la luz no
hubiese tenido fuerzas suficientes como para alejarla,
escurriéndosele por la pared.
Lo miró, su mirada vacía, y una
sonrisa comenzó a extenderse por todo su rostro.
“Has venido…” Susurró “Te
dije que no lo hicieras, no quiero que me recuerdes así…”
Él se abalanzó sobre ella
cogiéndola en brazos, la besó en la mejilla. Pudo llegar a
pronunciar de una forma casi inentendible por los nervios una sola
frase “No te preocupes cariño, todo se arreglará, te vas a poner
bien, no te vayas por favor…”
La chica negó con la cabeza, y, en
un esfuerzo titánico logró tocarle la cara al muchacho, dejando su
marca carmesí imprenta. “No hay nada que arreglar ya… Nada que
me haga estar bien… Nada que me retenga aquí un solo minuto más…
No intentes salvarme, pues esta vez no podrás pequeño”
La mano se escurrió de nuevo, yendo
a parar al suelo con un golpe seco, manaba demasiada sangre.
Él logró entender que hiciera lo
que hiciera, había tomado una decisión… No existía manera alguna
de hacer que cambiase de idea. Así que la besó por última vez. Al
separar sus labios, susurró “Te quiero” Sonriendo aún más,
ella contestó “Yo también”
Supo que aquello había sido el fin.
Y abrazó su cuerpo inerte con más fuerza que nunca lo hiciera
cuando este rebosaba vida.
La amaba. La había amado con toda
su alma, pero ella no se merecía esa clase de amor, ella merecía
mucho más. Cuando se percató de ello, fue demasiado tarde.
Su ángel se había marchado.
[Angels lie to
keep control. Don’t forget this.]
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