Sigues aquí.
A mi lado.
Pese a los días menos buenos, pese a mis miedos, pese a que no está siendo ni será fácil.
Dándome la mano, ayudándome a caminar. Cogiéndome en brazos cada vez que tropiezo y mis rodillas sangran por mi inexperiencia, por la inutilidad inculcada por otros.
Aceptándome tal y como soy, y sonriendo por ello cada mañana al despertar, cuando lo que me devuelve al mundo son tus besos y mordiscos en mi hombro.
Sacando sonrisas de allí donde otros sólo dejan lágrimas.
Transformando todas mis debilidades en fortaleza; con paciencia, con cariño, y con constancia.
Cuidándome como nadie lo había hecho hasta ahora.
Demostrando que merece la pena luchar, por lo que merece la pena tener.
Enseñándome a vivir el hoy, a disfrutar de cada momento.
Haciéndome sentir pequeñita, pero no como un Susuwatari, sino como una Campanilla llena de luz.
Dándome alas para que llegue hasta mis sueños.
Y no aún no me puedo creer la suerte que tengo. Lo bonita que me haces sentir. Lo bonito que tú eres conmigo.
Si eres tú quien me enseña a caminar, sé que no importa cuál sea mi destino, pues llegaré.
26. 01. 2014
domingo, 26 de enero de 2014
sábado, 25 de enero de 2014
Angels Lie To Keep [CONTROL] II
II Parte de Angels Lie To Keep [CONTROL]. Ésta me gusta casi más que la anterior. Misma canción de BSO, mismos sentimientos, misma fecha.
Esparció todas los escritos a su
alrededor. Hallaba se sentada en medio de la habitación, rodeada de
folios, desordenadamente ordenados. Comenzó a releerlos con un vaso
de whisky como único compañero. Apenas si lograba entender su
propia caligrafía.
Sabía qué pasaría aquella noche.
Antes debía dejar todos los cabos
atados, encontrar aquella carta que hace tiempo escribiera… Habían
pasado tantas cosas desde entonces… Decidió no darle más vueltas
al asunto, acabar cuanto antes.
La encontró. Leyéndola de nuevo,
comprendió que todo tenía sentido, hacía lo correcto.
Todo era tan diferente… Pese a
seguir habiendo el mismo sentimiento de por medio.
Por mucho que le pesase, lo amaba.
Le horrorizaba la idea de herirle cuando él se diese cuenta de…
Por eso era necesario ser rápida.
Cuidadosamente la dejó en la
destartalada mesa junto a las rosas casi marchitas que destilaban
aquel profundo olor… Sin duda era el perfume de la decadencia, de
la muerte. Que apropiado, pensó.
Se acercó hasta el espejo, pisando
los papeles que poblaban el suelo.
Miró detenidamente su reflejo.
Aquella cicatriz, maldita sea. Detuvo su mirada durante unos
instantes sobre ella. Instintivamente, echo se la mano al hombro para
taparla. El mero hecho de recordar hacía que le ardiese como si
reviviera una y otra vez el momento en que la bala atravesó su piel,
dejándola marcada para siempre.
No puedo controlarse, la rabia
invadió cada milímetro de su ser. Antes de darse cuenta, tenía el
puño calvado entre cristales que saltaban y caían a su derredor,
repiqueteando armoniosamente. Las gotas de sangre no tardaron en
aparecer, dando color a los escritos que cubrían la habitación.
Quedó así un rato, con el puño
cerrado apoyada sobre él en lo que quedaba de espejo, escuchando
como las pequeñas gotitas caían. Que melodía tan dulce.
Incorporándose lentamente se
dirigió al baño. Odiaba la luz electrizante de la única lámpara
que había en este, por lo que decidió sacarle partido a las velas
que tenía guardadas por algún sitio.
Encendió las una a una. Olían a
vainilla, le recordaba a esos pasteles caseros que solían hacer al
principio de mudarse a vivir juntos. Cuánto los había extrañado.
Cuánto le había extrañado a él en esos últimos meses; cuando más
lo necesitó, tomó la decisión de huir. No podía reprochárselo.
Volviendo a la habitación
principal, tomó entre sus manos el trozo más grande de cristal que
pudo encontrar. Quería que la última cosa que la había reflejado
tal y como era ahora acabase con lo que quedaba de real en su
persona.
Echó el cerrojo de la puerta
principal, no tenía la esperanza de que él llegase a tiempo, pero
tomó la precaución.
Entornó la del baño. Sentándose
en un rincón, asió con más fuerza la afilada arma, rasgándose los
dedos. El dolor reconfortaba.
Sin dudarlo un segundo, dibujó un
camino que unía el principio de su antebrazo izquierdo hasta la
palma de su mano. Pronto el camino convirtió se en un pequeño río
con una profundidad exacta que no tardó en desbordarse.
A lo lejos creyó escuchar como
golpeaban con cada vez más ímpetu. Sonó un crujido de madera y un
portazo. Cesaron los golpes.
Los cristales se quejaron debajo de
los pies de quien los pisaba. Estos avanzaban despacio.
Con no poco esfuerzo ella consiguió
tirar del maldito enchufe de la maldita lámpara en el momento
exacto, resbalándosele la mano por la pared, dejando una huella
imborrable.
Lo vio aparecer. Era él, ¿cómo
podía ser él? La única vez que le dijo que no acudiera en su
ayuda, lo había hecho. Era increíble. No pudo hacer más que
mirarle y sonreír.
“Has venido…” Le susurró “Te
dije que no lo hicieras, no quiero que me recuerdes así…”
Entonces, por primera vez, notó una
mirada de auténtica preocupación en la cara del chico. Él corrió
hasta donde ella se hallaba. Tomo la entre sus brazos, besándola en
la mejilla mientras le decía algo parecido a “No te preocupes
cariño, todo se arreglará, te vas a poner bien, no te vayas por
favor…” la chica no consiguió entender demasiado bien sus
palabras, le temblaba demasiado la voz.
Quería tranquilizarlo, mas no sabía
cómo. En un último esfuerzo, volvió a alzar la mano dañada, casi
inerte, para rozarle la cara a su compañero, manchándola de un rojo
carmesí que en ese momento le pareció el color más bonito del
mundo. Acercándose un poco a su oído, le contestó con una voz lo
más dulce y suave que pudo… ““No hay nada que arreglar ya…
Nada que me haga estar bien… Nada que me retenga aquí un solo
minuto más… No intentes salvarme, pues esta vez no podrás
pequeño”
No aguantó más. Sus dedos se
escurrieron de la tez del muchacho, yendo a parar con un ruido sordo
otra vez la extremidad chorreante de aquel fluido vital al suelo.
De repente, él acercó sus labios a
los suyos, dándole un último y profundo beso.
“Te quiero” esta vez sonaba como
si hubiera comprendido que era el final.
Ella sonrió aún más si cabe. Él
lo había entendido “Yo también”
Más en paz de lo que había estado
en meses, consiguió abandonarse. Dejó de luchar, de sufrir, de
recordar…
Su último pensamiento lo dedicó a
la carta que se hallaba sobre la mesa, y a su contenido.
El ángel alzó el vuelo.
Angels Lie To Keep [CONTROL] I
Escrito en el 2009. Tiene muchas cosas que se podrían arreglar, pero no me apetece hacerlo. Creo que es perfecto así.
Los nudillos comenzaron a plagarse
de heridas por el incesante golpeo a la puerta que no recibía
respuesta. Su impaciencia iba en aumento.
De repente, y sin previo aviso, el
cerrojo comenzó a ceder a causa de la fuerza aplicada sobre él
tanto tiempo, hasta que, por fin, aquel dichoso trozo de madera se
abrió de par en par, dejándole ver una habitación aún más
destartalada de lo que recordaba.
Viejos escritos y cartas cubrían el
suelo con una caligrafía impresa tan irregular como la persona que
los había escrito… Al fijarse en los folios más detenidamente
pudo ver unas gotas rojas intensas, no quería pensar en esa
posibilidad.
Intentó dar un paso, bajo su pie
crujieron quejándose algunos trozos de cristal, seguramente
pertenecían al espejo que antes había estado colgado en la pared;
Dirigió su mirada a esta, lo encontró destrozado. Ahora no se
adueñaba de él la impaciencia, si no la desesperación porque sabía
que iba a encontrar si decidía seguir adelante y atravesar la
habitación.
Con una convicción no demasiado
firme, comenzó a avanzar lentamente. El intenso olor de unas rosas
casi marchitas llegó hasta él como un presagio, una advertencia, un
no sequé.
La puerta del baño estaba
entreabierta, dejando salir algunos haces de una electrizante luz. El
miedo atenazaba su corazón, mas que sabía que debía seguir, que
debía darse prisa.
Abrió de un empujón la puerta. La
luz se apagó, dando protagonismo a las llamas de unas velas en las
que no había reparado siquiera.
Ella estaba en un rincón, sentada,
con las piernas encogidas. A su lado, en la pared, unas horribles
manchas de sangre teñían el enchufe donde antes había estado
conectada la lámpara, siendo estas arrastradas hasta casi tocar el
suelo, como si la mano de aquel que hubiera desenchufado la luz no
hubiese tenido fuerzas suficientes como para alejarla,
escurriéndosele por la pared.
Lo miró, su mirada vacía, y una
sonrisa comenzó a extenderse por todo su rostro.
“Has venido…” Susurró “Te
dije que no lo hicieras, no quiero que me recuerdes así…”
Él se abalanzó sobre ella
cogiéndola en brazos, la besó en la mejilla. Pudo llegar a
pronunciar de una forma casi inentendible por los nervios una sola
frase “No te preocupes cariño, todo se arreglará, te vas a poner
bien, no te vayas por favor…”
La chica negó con la cabeza, y, en
un esfuerzo titánico logró tocarle la cara al muchacho, dejando su
marca carmesí imprenta. “No hay nada que arreglar ya… Nada que
me haga estar bien… Nada que me retenga aquí un solo minuto más…
No intentes salvarme, pues esta vez no podrás pequeño”
La mano se escurrió de nuevo, yendo
a parar al suelo con un golpe seco, manaba demasiada sangre.
Él logró entender que hiciera lo
que hiciera, había tomado una decisión… No existía manera alguna
de hacer que cambiase de idea. Así que la besó por última vez. Al
separar sus labios, susurró “Te quiero” Sonriendo aún más,
ella contestó “Yo también”
Supo que aquello había sido el fin.
Y abrazó su cuerpo inerte con más fuerza que nunca lo hiciera
cuando este rebosaba vida.
La amaba. La había amado con toda
su alma, pero ella no se merecía esa clase de amor, ella merecía
mucho más. Cuando se percató de ello, fue demasiado tarde.
Su ángel se había marchado.
[Angels lie to
keep control. Don’t forget this.]
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